Intestino, bacterias y cerebro

¿Puede tu intestino influir en tu sistema nervioso?

El cuerpo humano es como un planeta habitado por millones de microorganismo distintos en el que habitan virus, bacterias y hongos.
Nuestro sistema digestivo, la piel, los ojos, los órganos respiratorios y excretores conviven con millones de inquilinos en un ecosistema armónico creando una relación simbiótica los unos con los otros.
Se sabe que en un adulto sano puede haber hasta 2 kilos de bacterias… ¡Imagínate si son importantes!
Las bacterias que forman parte del intestino no son malas en sí mismas y tienen muchísimas funciones imprescindibles para el correcto funcionamiento del cuerpo humano.

– Luchan contra microorganismo patógenos.
– Regulan el pH de nuestro cuerpo.
– Neutralizan sustancias tóxicas.
– Participan en el proceso digestivo.
– Contribuyen a la síntesis de algunas vitaminas.
– Regulan la producción de ciertos neurotransmisores relacionados con un buen funcionamiento del cerebro como la serotonina.

Existen diferentes tipos de bacterias habitando nuestro intestino:

* Bacterias beneficiosas: Se encargan de luchar contra los patógenos.
* Bacterias oportunistas: su número es limitado y está regulado por la flora beneficiosa.
* Flora transitoria: está formada por distintos microbios que ingerimos a través de la alimentación y las bebidas.

Si no hay suficientes bacterias beneficiosas, el intestino no estará bien protegido y podrá ser invadido por lo primero que pase por allí: un virus, un hongo o cualquier sustancia tóxica.

A menos bacterias beneficiosas más bacterias patógenas y más probabilidad de enfermar.

¿Qué relación tiene la microbiota intestinal con el cerebro?

Lo que ocurre en el intestino afecta al cerebro y viceversa sabiendo que las bacterias del sistema digestivo son capaces de activar vías nerviosas directamente alterando su funcionalidad.

Existen diferentes vías por las cuales el intestino y el cerebro están conectados. Hay hormonas, neurotransmisores, células inmunitarias y metabolitos que viajan a través de la sangre y por vía nerviosa del intestino al cerebro y viceversa.

Si el intestino está inflamado o dañado, se señalizarán células inmunitarias al cerebro generando un contexto de neuroinflamación, relacionado con procesos depresivos, ansiedad, migraña, problemas de sueño o de saciedad.

Cuando el sistema inmune cerebral se activa en exceso necesita mucha glucosa y nuestro organismo aumenta la demanda de dulces y alimentos ricos en carbohidratos.

Seguro que has escuchad hablar de la Serotonina, un neurotransmisor que nos da seguridad, calma, regula nuestras emociones y nuestro estado de ánimo. Se sabe que un 90 % de esta hormona de la felicidad se produce en el intestino y sólo el 10 % restante en el cerebro.

Si nuestra microbiota está en desequilibrio, la producción de Serotonina también lo estará pudiendo afectar a nuestra salud emocional.

Además cuando el intestino está dañado permite el paso de sustancias tóxicas y de bacterias al torrente sanguíneo, pudiendo viajar al cerebro y desarrollar patologías como demencias o Parkinson.

Si gozamos de buena salud digestiva menor ansiedad sufriremos, además de disfrutar de una mayor concentración y energía.

Hay muchos factores que afectan directamente sobre la integridad de nuestro intestino y sobre la microbiota como pueden ser los antibióticos, una dieta rica en azúcar, ciertas enfermedades, el estrés, la contaminación, el envejecimiento o la exposición a radiaciones.

Existen diferentes estrategias para mejorar la relación cerebro-intestino. Con ellas conseguiremos disminuir la inflamación, mejorar el estado de nuestra microbiota y regular el uso de sustratos energéticos por parte del cerebro.

– Reducir el consumo de carbohidratos y azúcares refinados.
– Aumentar las grasas saludables (pescado azul, frutos secos, cacao, aceite de oliva, coco…).
– Evitar antinutrientes en la alimentación (gluten, caseína…).
– Incluir alimentos que mejoren la producción de triptófano (precursor de Serotonina) como plátano, aguacate o cacao.
– Espaciar las comidas y dejar tiempo para que el sistema digestivo se limpie y restaure.
– Descansar mínimo 7-8 horas.
– Hacer ejercicio físico regular.
– Retos cognitivos (sudokus, juegos de estrategia…).
– Mindfulness, meditación, yoga…

¡Cuida tu intestino y darás vida a tu cerebro!
Si quieres ayuda:
Contacto: osteofisioclaveria@hotmail.com
https://www.instagram.com/albaclaveriasaenz/